REPUESTAS A LAS REACCIONES EMOCIONALES - por Sol Martinez

1 de octubre de 2025

Controlando la mente emocional se puede evitar la reacción automática negativa y  ayudar a actuar positivamente 

La mente emocional es mucho más rápida que la mente racional, y eso nos da la capacidad de captar una situación sin pararnos a analizarla para que podamos reaccionar en consecuencia. 


Históricamente  esto ha sido muy útil para la supervivencia de la especie humana, y aún hoy nos puede salvar de situaciones peligrosas 


La emoción ante una situación puede durar unos segundos, pero sin darnos cuenta define nuestra forma de percibir y por tanto de actuar. No escogemos nuestras emociones y/o sentimientos más fuertes (amor, alegría, tristeza, Ira), lo único que puedo hacer la mente racional es controlar el curso que seguirán estas reacciones. 


El cerebro emocional está constituido por el tallo encefálico (cerebro primario), el sistema límbico que se encargan del aprendizaje y de la memoria, y el neocortex, el cual, a escala evolutiva, nos da la posibilidad de matizar la vida emocional. 


Cuando una situación presenta elementos que nos recuerdan otra del pasado cargada emocionalmente, la mente emocional (el sistema límbico), activara los sentimientos experimentados en la situación pasada. La mente emocional en esos momentos secuestra la mente racional (el neocortex). Es por eso que las personas reaccionamos a veces desproporcionadamente. 


Cada emoción nos predispone de una manera diferente a la acción. Todos sabemos por experiencia propia que nuestras decisiones y acciones dependen más de nuestros sentimientos que de nuestros pensamientos. A veces puede resultar difícil afrontar la complejidad de la vida actual con recursos emocionales de otras etapas del ser humano. Las emociones son impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los cuales nos ha dotado la evolución para la supervivencia de la especie y que se activan desde nuestro cerebro reptiliano o primario. 


Por ejemplo, en el caso de las fobias: miedo a las serpientes, a las arañas, a las alturas (que son las más comunes), sabemos que a nuestros antepasados les fue muy útil tenerlos interiorizados. Es el mismo caso de los hábitos de limpieza, la comprobación del orden y de los límites territoriales, que se manifiestan en los comportamientos obsesivos compulsivos, los cuales forman parte de estos programas de nuestro cerebro emocional provocado por una situación de trauma o de estrés sostenido, y que también parece que están relacionados con una predisposición genética, ya que se dan más en familias en las cuales ya hay otros casos. 


Muchas veces las personas tienen hábitos emocionales negativos adquiridos durante la infancia, o debidos a un trauma (situación de estrés incontrolable) que provoca secuelas perturbadoras e incapacitantes.  Algunos problemas habituales en la infancia como sentirse rechazado, o una falta de atención o de afecto, dejan una huella en el cerebro emocional y en la forma de ver el mundo que tiene consecuencias en relaciones posteriores del adulto. 


Sanar las cicatrices emocionales 


Las cicatrices emocionales se pueden curar, y nos podemos relacionar más inteligentemente con nuestro lastre emocional. Cuando nuestro sistema emocional aprende una respuesta parece que nunca más la podrá cambiar, pero con la psicoterapia y el acompañamiento terapéutico de avanzada como la Programación Neurolingüística  y los que buscan actuar a nivel cerebral como las “Técnicas de Reprocesamiento  Cerebral y Neurolingúístico” podemos revertir esa situación integrando a nivel cerebral y de todo el sistema los bloqueos emocionales, de este modo el neocortex aprende a inhibir el funcionamiento de la amígdala responsable del rapto emocional  (es decir que hay un efecto real a escala biológica). De esta manera la persona podrá superar la tendencia a reaccionar de manera automática. Los principales cambios que suceden durante el proceso de terapia así como en gran medida durante el proceso de aprendizaje de la PNL, afectan a las reacciones emocionales que son menos apresuradas, lo cual resulta más eficaz para obtener los resultados deseados de más autocontrol, seguridad y paz personal. 


Los traumas y sus secuelas negativas 


El sistema límbico puede emitir señales de alarma ante un acontecimiento temido, pero el cortex prefrontal es capaz de aprender un modelo de repuesta nuevo y más saludable. 


En cuanto a los traumas y sus secuelas negativas (como el miedo condicionado que relaciona algo inofensivo con un hecho aterrador), puede remitir, y se puede hacer un reaprendizaje natural cuando la persona puede enfrentarse al objeto temido en condiciones de completa seguridad. 


Por ejemplo una persona que tiene miedo de los perros porque en la niñez le mordió uno.….el hecho de ponerse en contacto con un cachorro para educarlo solucionaría el problema. 


Pero si las alteraciones neurológicas se deben al llamado estrés postraumático (TEPT), es diferente, ya que cualquier incidente puede llevar a una explosión de pánico. Por ejemplo las personas que han sido víctimas o han presenciado hechos violentos, como accidentes graves, abusos, malos tratos, guerras. En ese caso se hace necesario un reaprendizaje emocional sistemático a través de un acompañamiento terapéutico profesional Por suerte actualmente la psicoterapia ha avanzado muchísimo  y se pueden tratar este tipo de casos  con mucho éxito y sin necesidad de pasarlo mal en el proceso. 


El estrés, a corto termino, es ventajoso, ya que permite mantenerse alerta, activo,  con el cuerpo preparado para una fuerte demanda física, con tolerancia al dolor y preparado para actuar. El problema es cuando se instala como un estado permanente en la persona por situaciones graves y/o de larga duración o porque a veces llueve sobre mojado y hay tantas cosas a la vez que son difíciles de gestionar. En esos momentos también se debilitan las defensas y afloran quizás heridas antiguas. 


En síntesis la terapia puede  enfocarse como una herramienta de autoconocimiento y una integración y un reaprendizaje que puede ayudar a retornar la normalidad emocional después de una vivencia traumática, y también ayudar a remodelar los hábitos emocionales negativos más profundamente enraizados desde la infancia